domingo, 16 de febrero de 2014

El concierto

Capítulo 2.

La luz opaca de la lámpara sobre el buró, golpeaba suavemente el rostro de Steve, quien dormitaba en el diván. La estrecha habitación resultaba acogedora para él, las ventanas digitales le permitían elegir las vistas que prefiriere, en ese momento, sobre el cristal se apreciaba un bosque nocturno y no lejos de la realidad, en efecto era de noche.

Su agenda personal sonó, el tono de “Liberian Girl” una canción del año 1987, era su preferida. Al escucharla reaccionó y se incorporó, tomó la agenda y leyó: “Concierto en el Palacio de Bellas Artes, en una hora”.

-¡Oh diablos! ¿Era hoy?- dijo al levantarse y caminar hacia el sanitario. Se quitó la ropa y se colocó debajo de la regadera de LED. – Tibia por favor – solicitó al computador. De las luces de colores comenzó a caer agua a una temperatura adecuada. Steve se duchaba lentamente, mientras pensaba quiénes irían al concierto, recordó que lo había invitado el Gobernador Dimitri. Sabía que no podría faltar, una acercamiento al gobernador y podría extender su proyecto a toda la vía láctea con prontitud.

Cuando el computador consideró que Steve había utilizado el agua necesaria para su aseo, ésta dejó de caer. Él salió y se cambió con una tranquilidad elocuente, consultó la hora y se percató que el concierto comenzaría en diez minutos. Por fortuna, su agenda había previsto la actitud del biólogo y por tal motivo solicitó una habitación en el hotel que se hallaba frente al Palacio.

Cuando Steve llegó a la entrada de la sala de teatro, buscó la recepción de lectura de código.

-¡Has venido!- Soltó un hombre corpulento dirigiéndose a él, – aposté 20 mil dólares a que lo harías. Vaya, nunca me había alegrado tanto de verte – Y diciendo esto abrazó al biólogo.

- A mí también me da gusto verte, Emilio. ¿Cuántos años sin vernos? ¿Quince?- Respondió Steve.

- Catorce con once meses, ¿cómo olvidarlo? De cualquier modo, registrémonos, esto comenzará de un momento a otro –. Emilio extendió el dorso de su mano derecha a la señorita que se hallaba en la puerta del teatro, ésta colocó una especie de peine sobre ella y parpadeó una luz roja, un “bip” sonó y la joven cedió el paso a Emilio. Repitió la operación con Steve.

Los bullicios suaves de la multitud brotaban en el aire, la mayoría de los asistentes eran claramente hombres y mujeres importantes, el concierto conmemoraba el triunfo de la humanidad sobre la barbarie, y este año era el Gobernador Dimitri quien daría una cena por tal motivo. Steve era uno de los invitados especiales, su asiento se encontraba a seis lugares del de Dimitri.

El gobernador entró seguido de sus colaboradores, se dirigió a su lugar e inmediatamente las luces se apagaron. Los músicos ingresaron a la sala y tomaron sus respectivas posiciones. La música clásica, era de las pocas cosas antañas que sobrevivieron de la guerra, la simple existencia de ella, era un manjar para el hombre, este era un concierto especial. Los instrumentos habían sido modificados tecnológicamente para que el sonido que produjeran estimulara, obviamente por medio del tímpano, el hipotálamo.

Un violín comenzó a sonar, y la entrada lúgubre de los instrumentos de viento generaba en el espectador que los vellos se erizaran. Todos estaban disfrutando esa lluvia de reacciones químicas en el organismo, todos excepto Steve.

-¿Me das un beso?

-Aquí no, me siento incómodo .

-Por eso, es más bonito así.

-No quiero, compórtate, estamos en un sitio concurrido.

-Sólo uno, vamos.

-Está bien.

-Eres un amargado, deberías intentar disfrutar más.

-Así me quisiste, no quieras cambiarme.

-No eres lo que yo pensé.

-Nunca dije que lo fuera.

-¡Ya no quiero!

-Por favor... por favor…

Los recuerdos taladraron su mente, la música y el hipotálamo se encargaron del resto. Steve lloraba tanto, que tuvo que abandonar precipitadamente el concierto. Mientras caminaba hacia su habitación pensó, “Dios, en verdad quisiera dejar de sentir esto”.

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